HISTORIA



ASI PUDO SER

A soles-pones de un caluroso día de los primeros de agosto de 1626, el franciscano bonillero Pedro Carralero, jinete en mula de alquiler, está llegando a El Bonillo por el camino de Murcia. No se ha repuesto todavía del vuelco que le ha dado el corazón al divisar la puntiaguda torre que, en actitud de centinela alerta, da cobijo a la pequeña iglesia gótica, cuando ha sentido una profunda y agridulce sensación (nostalgia-alegría-tristeza) al percibir el olor de la paja recién hecha y el triscar de la mies bajo las trillas en las eras de la Magdalena. ¡Han sido tantos años lejos del pueblo! ... y han han sido tantos los recuerdos que, en aluvión, le han venido a la memoria! ... Sus años de crío, sin otra obligación que jugar al tejo, la rayuela, el marro, la cadenica, el rondón ... y -¿por qué no decirlo?- alguna partidilla de taba ("sacatós" y "sacaymete"). Sus años de novicio en Caravaca. Sus años en Roma. Y, ahora, "para mayor gloria de Dios y bien de las almas" -así se lo explicó el padre prior-, camino de Tarancón (Cuenca), en cuyo convento sabe que sus días acabarán. Ni advierte que la mula está parada. Al darse cuenta y volver a la realidad del momento, un chasquido de lengua la pone en marcha de nuevo y entra en el pueblo. Pasó Munera adelante para, por la calle de la Tercia, llegar a "El Alto de San Cristóbal" y, desde allí, bajar por la calle del Barranco - hoy del Cristo - y hacer alto en la novena casa de las de a mano derecha, en la que vive Antón Díaz, de cuya esposa es primo hermano, y en donde sabe que va a ser bien recibido. Tras saludar a sus parientes, el fraile desata de la enjalma de la mula su liviano equipaje y, una vez en la cocina -lugar que por unas noches va a ser su dormitorio-, saca de su pobre hato una cruz de nogal sobre la que está pintado Cristo, y la coloca en la cornisa, entre las dos alambores.

Mientras el fraile acomoda la mula en la cuadra que hayal fondo del corral de la casa, la esposa de Antón Díaz prepara la cena cuyo plato fuerte es queso en aceite, regado por el buen vino que su marido hizo en la vendimia pasada pisando la uva en la artesa. Tras la cena, sentados al fresco en la puerta de la calle, el padre Carralero les cuenta algo de su vida durante los años que ha estado ausente del pueblo.

-¿Os acordáis -les pregunta- de Esteban, el hijo de don Diego Fernández y doña Isabel de Munera?

Asintieron los dos con la cabeza y Antón dijo: - Es un poco mayor que yo.

- ¿En qué año naciste tú -le preguntó el franciscano.

- Yo, en 1586.

-¡Claro que es mayor que tú! El nació en 1580, aquí, en El Bonillo.

Bueno, pues Esteban Munera es hoy Su· Eminencia Reverendísima Señar Obispo de Chasalú, en Sicilia, cargo para el que le nombró Su Santidad Gregario XV el año 1621. Cuando su padre, don Diego, fue nombrado alguacil mayor de Baeza, él marchó a Valladolid, en donde ingresó en la orden de la Merced y de la que llegó a ser vicario general. Después fue enviado a Roma y allí fue confesor del Conde de Lemas. y tiene amistad con Velázquez, Alonso Cano, Martínez Montañés ... Es lo que se dice un talento. Al señor Obispo Munera le pidió Su Santidad Gregorio XV que le buscase un confesor y él le mandó a un compañero franciscano, también bonillero, que estuvo al servicio del Papa hasta que éste murió. Cuando le prestaba los últimos auxilios, Su Santidad le pidió al franciscano que cogiese la cruz que estaba colgada sobre la cabecera de su cama, y el Papa, después de besarla, se la dio como regalo. Pasados unos meses se sintió el franciscano muy enfermo y me llamó para que le auxiliase y, una vez que le administré los Sacramentos, me hizo donación de la cruz. Y ahí la tenéis sobre la viga que hace de cornisa. Esta cruz posee grandes gracias y os aseguro que en la travesía Nápoles-Cartagena, ciudad ésta de donde vengo, nos ha librado milagrosamente de un naufragio.

Tres días permaneció el franciscano Carralero hospedado en casa de Antón Díaz y, en la mañana del cuarto, antes de reemprender viaje a Tarancón por el camino de Villarrobledo, hizo entrega de la cruz a sus parientes, quienes se apresuraron a colocarla en un lugar más apropiada que el que ocupaba entre las dos alambores, expuesta al humo y las pavesas del sogato.

Y de esta forma, desde Roma, vía Nápoles-Cartagena, fue traído el Santo Cristo a El Bonillo.


LA CRUZ AL DESNUDO

No había llegado fray Pedro Carralero al pozo del "Miravete" cuando Antón Díaz y su esposa ya habían colocado la cruz en un lugar mas digno que el que le había asignado el franciscano en la cocina. La esposa de Antón Díaz buscó y rebuscó en su arca hasta que dio con un retal de estambre de colores que, entre Antón Díaz y ella, clavaron en la pared de su dormitorio, conforme se entraba, a la izquierda, debajo de una estampa de la Virgen del Carmen. Sobre el retal de estambre clavaron un clavo en la pared y en él engancharon la cinta o cuerda de hilo que pasaba por el agujero que la cruz tenía en la parte superior del brazo vertical. De esta forma, la cruz quedó colgada a una distancia del suelo de más de un estado. A una vara de la cruz estaba una artesa sobre un arca. El padre Garcés de la Cañada, en su declaración, dice ante el juez de comisión, don Andrés de Munera y Romero (cura propio de El Bonillo) y el comisario de la InqUisición, don Juan Bautista Davia, que "se puso de pie asiéndose para ayudarse de una artesa, donde había alguna harina, que estaba encima de un arca y a los pies del Santo Cristo".

El cura propio de la parroquia de El Bonillo y juez de comisión, licenciado don Andrés de Munera y Romero, dice en su escrito al Cardenal-Infante (Cardenal de Toledo): "teniendo un vecino de esta villa una hechura de una imagen de Cristo crucificado pintada en una cruz de tabla muy delgada" ... y añade: '" "tenía la cruz colgada sobre un pedazo de sarga porque, por su pobreza, no podía tenerla con más decencia ... " En su contestación, el Cardenal de Toledo ordena al cura propio: "mandamos que no se haga más novedad, por ahora, de tenerla en lugar decente".

Miguel de Ribera, pintor y decorador, de Villarrobledo, declara el 22 de abril de 1640: "en cuanto al arte, la pintura del Santo Cristo, por sólo lo que es pintura, es cosa prodigiosa porque es tan excelente y superior que, cuando no fuera más que la pintura, era de gran veneración y estimación, y que es de pincel muy delgado, de pintura al ólEm muy suave. Añade que la cruz es de madera de nogal sólida, maciza y delgada".

Juan de la Plaza, pintor, vecino de El Bonillo, también declara en la misma fecha: "está pintado el Santo Cristo en un palo de nogal muy seco, y dicho palo es de naturaleza muy sólido y macizo, y la pintura es muy delgada y muy antigua. El color de la cara está pintado con oro pimente, y la cabeza con fuego y rejalgar, y la pintura del Cristo es de las más primas y superiores que ha visto en su vida, tanto que provoca a reverencia y devoción grandes porque la cabeza del Santo Cristo es de la mayor primor y vi vez que hay en el Arte de la Pintura".

Francisco Romero Auñón, pintor, vecino de Lezuza, en la misma fecha declara: "la pintura consta de ser muy antigua y delgada y pintada en una cruz de nogal que de su naturaleza es muy sólida y maciza".

El médico don Luis Calvache Piñero dice en su declaración: "y mene puede sudar la madera de nogal por ser ella en sí, por su natural, tan sólic y densa".

El padre Garcés de la Cañada añade en su declaración: "... las espaldas de la santa cruz en donde hay asimismo colores y pinturas por estar en ellE representados los pasos de la Pasión con los mismo matices y colores ... y madera de que es hecha la cruz muy seca y muy delgada, y la pintul antigua, primorosa y devota".

Antón Díaz dice en su declaración: "por detrás tiene pintados la cruz lé vestiduras de Cristo, la corona de espinas y las demás insignias de la pasión ... ".

La cruz estuvo colgada sobre la sarga de estambre en el dormitorio e Antón Díaz hasta las once de la mañana del segundo domingo de Cuaresrr (4 de marzo) de 1640, en que por el comisario de la Inquisición, don JUé Bautista Davia, y cuatro sacerdotes que le acompañaban fue llevada a la pi rroquia en donde fue colocada en el altar mayor, en un nicho, bajo llave qL se guardó el cura propio don Andrés de Munera y Romero.

y ésta es la cruz de nogal, con un Cristo pintado -el Cristo que sudóLo demás: relicario, andas, templete, plata, arte toledano ... , vino después.

Antón Díaz declaró que "cuando ofreció la cruz al padre Garcés de Cañada, éste le contestó que el Santo Cristo no convenía que estuviese E el convento porque no quería buscar pleitos ni discusiones con la Iglesia".

La tercera esposa de Antón Díaz -la que le abandonó - debió preocl parse muy poco de la cruz, pues, desde 1639 en que contrajeron matrim< nio, no se molestó en limpiarla. El cura Munera y Romero escribió: "la cn parecía tener por delante y por detrás polvo como de harina". La iglesia a la que la cruz fue llevada desde la casa de Antón Díaz no e la actual. Era gótica, ocupaba desde donde están hoy las pilas del agL bendita hasta la Puerta de la Plaza, y se edificó en los primeros años d siglo XV. La construcción de la actual se empezó el 19 de mayo de 169 casi sesenta años después del sudor del Santo Cristo, y se terminó defir tivamente en el año 1728.

EL PRE-SUDOR

El viernes siguiente al día de la Ascensión de 1638, una hora, poco más o menos, después de anochecido, o sea, entre ocho y nueve de la noche, Isabel de Paraíso salió a la calle y vio en el aire, como encima de la casa de Antón Díaz, en medio de un gran resplandor, una imagen de Cristo crucificado que parecía tener dos personas a los lados. Presa de espanto, llorando, Isabel de Paraíso llamó en casa de un vecino suyo en donde estaban cuatro personas a las que les contó lo que acababa de ver. Las cuatro salieron a la calle y vieron lo mismo que había visto Isabel de Paraíso, lo que les causó gran admiración. También llamó Isabel a su vecino Antón Díaz, que tardó un poco en salir y, después, declaró que "vio una nube clara encima del tejado de su casa y, como ya se iban deshaciendo las figuras, sólo llegó a ver a las piernas de un Santo Cristo pegadas a un pie de cruz". Tanto Isabel de Paraíso como un cuñado de Miguel Sánchez Mayoral, vecino de Munera, le dijeron que "si hubiese salido un poco antes, hubiese visto un Santo Cristo con dos bultos a los lados, como de dos personas". Cuando las figuras se deshicieron en el aire, el vecino Juan Ortiz Montejano, que también las había visto, les dijo a todos que callasen, "puestos éstos eran secretos de Dios, y había Inquisición". De este hecho, así como de unas estrellas que algunos testigos dijeron habían visto alrededor del Santo Cristo cuando sudaba en la parroquia, los señores del Consejo de Su Alteza el Cardenal-Infante (Cardenal de Toledo), dijeron textualmente en su informe el 17 de julio de 1640: "en la misma información se da mención de unas estrellas que dicen que vieron alrededor de esta santa imagen y de una imagen de Cristo, Señor Nuestro, que dicen se apareció en el aire encima de la casa de Antón Díaz, en donde, a la sazón, estaba esta santa imagen. Estos dos casos no nos parece que están bastante probados". EL SUDOR El 4 de marzo de 1640, segundo domingo de Cuaresma, Antón Díaz había oído misa rezada, en la parroquia, a las siete de la mañana. Ya en su casa, arregló la lumbre, barrió la cocina, hizo la cama y, teniendo intención de amasar una torta cenceña, se puso a cerner la harina con un cedazo que deslizaba, en movimientos de ida y vuelta, sobre los palos de cerner que, previamente, había colocado sobre la artesa. A su izquierda, un poco más alto que su cabeza, estaba colocado el Santo Cristo, colgado en la pared sobre la sarga de estambre. Como la labor del cernido era monótona, Antón Díaz se entretenía mirando a un sitio y otro de la habitación. Cuando fijó su vista en el Santo Cristo vio "cómo estaba sudando como cuando ponen un huevo a asar, con gotas grandes y menores". Grande fue su asombro y, no atreviéndose a tocar la cruz, salió a la calle y llamó a su prima y vecina Isabel de Paraíso, quien acompañó a Antón Díaz a su casa y vio cómo, efectivamente, el Santo Cristo sudaba por el cuerpo, brazos, cabeza y costado. Isabel empezó a llorar y dio gracias a Dios por aquella maravilla. Cuando Antón e Isabel salieron a la cocina vieron sentado a la lumbre a Francisco Rentero, vecino y aparcero de Antón Díaz, a quien le contaron lo que acababan de ver. Entró Francisco Rentero al dormitorio y vio al Santo Cristo "en la misma forma y manera" que Antón Díaz e Isabel de Paraíso habían visto. Entonces, de un bolsillo del chaleco sacó un papel pequeño y doblado con el que llegó a una de las gotas del sudor que el Santo Cristo tenía en el brazo derecho, y los dobleces del papel se calaron, y "luego salió otra gota en la misma parte y lugar". Aquel cuatro de marzo, fray Miguel Garcés de la Cañada, padre lector en el convento de esta villa, estuvo confesando hasta las nueve de la mañana en la iglesia de su convento. Al terminar, "se entró en él por parecerle que era la hora de ir a predicar a la iglesia parroquial el sermón que le tocaba de tabla, cuando entró en el convento un hombre cojo, llamado Francisco Rentero, le dijo: padre mío, vengo para que vaya a ver una gran maravilla. Se trata de que en una casa, aquí cerca, hay una imagen de Cristo sudando tan copiosamente que yo lo he limpiado con este papel y lo tengo guardado por gran reliquia". El padre Garcés de la Cañada se vistió el hábito negro y pidió licencia y compañero al padre prior de su convento, fray Jacinto de Sandoval, quien le preguntó a donde iba y respondió que a ver a un enfermo antes de ir a predicar. Ya en la calle (en la Placeta del Convento) se les acercó Antón Draz, pues no quiso pasar con Francisco Rentero al convento, y, llorando, le contó lo que estaba pasando con el Santo Cristo en su casa. Se adelantó Antón Díaz para abrir la puerta de su casa mientras fray Garcés de la Cañada, el lego acompañante del fraile y Francisco Rentero se retrasaban un poco explicándole éste al agustino la clase de hombre que era Antón Draz. Cuando llegaron a la casa, el lego y Francisco Rentero se quedaron en la cocina mientras que Antón Díaz y fray Garcés de la Cañada entraron en la habitación donde estaba el Santo Cristo. Lo primero que hizo el fraile fue arrodillarse a los pies del Santo Cristo y, diciendo el crucen sanctam en voz alta, pidió al Señor que le iluminase I que debía hacer en tal caso para mayor servicio suyo. Puesto en pie, como era corto de vista, tuvo que acercarse mucho Santo Cristo y "vio cómo estaba sudando por la cara y la cabeza ta abundantemente que le parecieron innumerables las gotas que tenía, unas grandes y otras pequeñas, que parecía que bullían". Vio también cómo d costado izquierdo del Santo Cristo salía una gota muy grande. Lleno da. admiración descolgó la Cruz y la sacó a la puerta del corral, "por estar m claro", para verla mejor. Allí, con el dedo meñique de su mano derecha, quitó la gota de sudor del costado del Santo Cristo y se la llevó a boca, la nariz y los ojos "sintiendo notable suavidad y dulzura. Inmediamente, del costado del Santo Cristo volvió a salir otra gota de sudor con más abundancia, como si fuera de una fuente, cosa que le alteró más que tod lo que había visto. Confuso y espantado lo volvió a su puesto". Antón Díaz le rogó al fraile que no dijese nada a nadie para que no le quitasen es+reliquia, "que él ofrecía, cuando muriese, dejarlo al convento". Fr Garcés de la Cañada le respondió que "iba a predicar a la parroquia de es villa y que lo encomendaría a Dios para que manifestase su voluntad". agustino, acompañado por Francisco Rentero Y el lego, se dirigió a la parroquia, en donde debía decir su sermón. Cuando entró en la sacristía revestirse vio al licenciado Juan Bautista Davía, comisario del Santo Oficio, beneficiado de la parroquia y notario apostólico, a quien dio cuenta de to • lo sucedido. El licenciado Davia le preguntó si le parecía que el sudor de Santo Cristo podía ser natural, artificial, causado por la pintura o lo te • como milagroso. El fraile le contestó que "en el mismo instante que vio s la otra gota de sudor como la que tenía cuando la limpió con el dedo, tuvO y lo tiene por milagroso y sobrenatural, porque manó como si fuer una fuente, y a ser humedad o artificio no podría manar tan instantáne;: mente ... " También le preguntó el licenciado Davia "qué le movió a ma festar esto a los .clérigos y no a su prelado". La contestación fue "qUE aunque a su parecer, era declarado maravilla, sabe que en esas materias e ha de proceder con prudencia y discreción, y no es amigo de novedades de hacer alteraciones a los fieles aun en las cosas devotas, que quer aguardar primero a las personas a quien le tocaba tal caso. Además, q obrando Dios aquella maravilla no en su convento sino en casa de un fe grés, juzgó por conveniente que gozase de tal beneficio quien le pertenec de derecho, como era la parroquia". y terminó diciendo: "Y lo último, q siendo materia que pertenece a la fe, era bien que los ministros de la Inq! sición entendiesen en ello y, pues lo había en este lugar, era justo da cuenta". Trató de saber el comisario Davia "si cuando entró en el aposer de Antón Díaz, donde estaba la santa imagen, sintió olor y fragancia alguna novedad en su persona". El agustino le respondió "que desde recibió el aviso en su convento, le causó notable compunción, ternufCl reverencia y, al entrar en dicho aposento, fue con tanto gozo y alegría de corazón y suavidad en el olfato que le pareció entraba en el Cielo, y, fuera persona que tuviera autoridad para calificar milagros, desde luego daría por tal". Después del sermón volvió fray Garcés de la Cañada a la casa de Antón Díaz, a quien le dijo cómo todo se lo había contado al comisario del Santo Oficio, y que abriese la puerta porque venía a su casa. A los pocos minutos entraba en la casa de Antón Díaz el comisario del Santo Oficio, don Juan Bautista Davia, acompañado de cuatro presbíteros. Pasaron todos a la habitación en la que estaba el Santo Cristo, se arrodillaron e hicieron oración. "Dicho comisario descolgó el Santo Cristo de la parte y lugar donde estaba, mirando si el dicho aposento o pared donde estaba colgado el Santo Cristo tenía alguna humedad, y estuvieron mirando la sarga que estaba debajo del Santo Cristo donde se habían corrido una o dos gotas que, aunque pequeñas, resplandecían como estrellas pequeñitas, y dicho comisario lo sacó afuera, a lo claro, donde todos vieron que estaba sudando en la cabeza, brazos y costado y parte del cuerpo hasta cerca de las rodillas. Y todos se admiraron de esta maravilla. Y, para comprobación de ella, les dijo a todos los que estaban presentes viesen cómo la Santa Cruz por las espaldas estaba muy seca y sin rastro ninguno de humedad ... , y que viesen cómo el sudor estaba solamente en la figura del Santo Cristo y no en la cruz y en las espaldas ... Y con esto, dicho comisario y los demás referidos se salieron de su casa y se llevaron el Santo Cristo a la iglesia después de la misa mayor. Y sermón de dicho día 4 de marzo". En la iglesia parroquial fue colocado en el altar mayor en un nicho, bajo llave que se guardó el párroco don Andrés de Munera y Romero.

BUROCRACIA

El 17 de marzo de 1640 el cura propio de la parroquia de El Bonillo, don Andrés de Munera y Romero, dirige un escrito al Cardenal-Infante (Cardenal de Toledo), en el que le da cuenta del sudor del Santo Cristo y en el que también le dice cómo él mismo, una vez llevada la cruz a la parroquia, comprobó cómo la imagen sudaba y "en el discurso de catorce días que está en la parroquia no ha cesado de tener las gotas que parecen ser de sudor, principalmente en el costado, brazo izquierdo y cabeza ... , y que por haber habido grandes hielos (llegó a helarse el agua bendita en las pilas) y ser el nicho en donde está colocado tan ajeno de poder recibir humedad alguna, ha causado gran, admiración así las gotas como el haber durado tanto tiempo sin enjugarse, estando la pintura de la imagen tan seca como está la dicha tabla ... ", También le da cuenta en su escrito de la aparición de Cristo crucificado en una nube, con dos personas a los lados. Su escrito terminaba: "todo lo cual ha causado en esta villa gran devoción, y yo, celoso del acierto en materia tan grave para tenerle, doy cuenta a Vuestra Alteza, a quien pido y suplico sea servido de ordenarme y mandarme lo que debo hacer en este caso. Yo, el licenciado Munera y Romero, presente". Este escrito está legalizado por el comisario de la Inquisición, don Juan Bautista Davia, ante los testigos Diego Domingo, clérigo de Evangelio, y Francisco Grueso, vecinos de esta villa. El 22 de marzo de 1640 el Cardenal-Infante contestaba al cura propio de El Bonillo, comisionándolo y encargándole para que, ante notario o escribano que de ello dé fe, haga información "qué milagro es el que Nuestro Señor ha obrado por medio e intercesión de su Santa Imagen de un Santo Cristo Crucificado de pintura que tiene Antón Díaz, vecino de esa villa, y en qué forma sucedió, y a qué hora, y en qué tiempo, y dónde esta puesta la dicha Santa Imagen, y qué razones hay para que se tenga por tal milagro ... recibiendo para ello los dichos y deposiciones de los testigos que parece saben la verdad del caso, y así mismo que la examinen pintores que informen si es posible, por medios naturales, lo sucedido, haciéndoles para ello las preguntas y repreguntas que creáis necesarias, de manera que dichos testigos den razón suficiente de sus dichos y deposiciones, y se sepa y averigüe la verdad. Después, dicha información firmada, cerrada y sellada, y en manera que haga fe, nos la enviáis para que nuestro Consejo provea lo que convenga, que para ello y para compeler a los testigos os damos poder cumplido, y os damos nuestras veces plenamente". Este escrito venía firmado, por mandato del Cardenal-Infante, con acuerdo de los miembros de su Consejo, por el licenciado Jerónimo de Ceballos, el bachiller Cantero Baco, el licenciado Gabriel Aldama, el doctor Fernández de Hipenza, don Jacinto de Costelín y Lerma y el escribano público Diego de Pantoja. El 9 de abril de 1640 el cura Munera y Romero aceptó, ante el notario apostólico y comisario del Santo Oficio don Juan Bautista Davia, la comisión que le ordenaba el Cardenal-Infante, y dieron comienzo las declaraciones los testigos. Aquel mismo día lo hizo Antón Díaz; al día siguiente, . Garcés de la Cañada, y, en días sucesivos, el resto de los testigos hasta total de 42. El 22 de abril de 1640 declararon los pintores Miguel de Ri Francisco Romero Auñón y Juan de la Plaza. Por su importancia y trascendencia reproducimos a continuación parte la declaración del médico Calvache Piñero: "Después que el Santo Cris trajo a la iglesia parroquial de esta villa le ha visto en tres veces, en rentes tiempos, y siempre le vio con sudor en la cabeza, brazos y cos izquierdo. Y en la misma forma lo vio la segunda y tercera vez. y con setiempo riguroso de hielos y aires ... porque duró diecisiete días después haberse traído a la iglesia. Porque este testigo se halló presente cuand limpió el vicario de la ciudad de Alcaraz, y aquel día hizo diecisiete que trajo el Santo Cristo a la iglesia, y aquella sudor fue milagrosa ... ". Pres tado si notó alguna fragancia y de qué clase cuando el vicario de Aleara::. limpió con el purificador, dijo que "olió el purificador por medio de dvicario, y que trascendía y olía suavemente, y que aquel olor no era de natural, porque no era de agua de azahar, ni de violetas, ni de claveles de Angeles, ni de ámbar, ni almizcle, ni de estoraque, calamita, ni pastillas". Por fin, dijo, "ni de otra cosa que este testigo alcanza por naturaleza, sino que se resuelve y afirma que aquel olor era celestial natural. Por todo lo cual este testigo tiene así el sudor como el olor y gancia del mismo como cosa sobrenatural y milagrosa".

PERSONAS QUE DECLARARON EN EL PROCESO

Alonso de Bódalo Pérez. - 55 años. Firmó su declaración. Alonso Blázquez Barriga. - 50 años. Alcalde ordinario. Familiar del Santo Oficio. Firmó su declaración. Luis Calvache Piñero. - 70 años. Médico. Firmó dos declaraciones: la del sudor y la del accidente de Cristóbal Chillerón. Mateo Carretero. - 48 años. Presbítero. Firmó su declaración. Salvador de Carrascosa. - 28 años. Firmó su declaración. Don Pedro de Contreras y Fernández de Córdoba. - 40 años. Firmó su declaración. Cristóbal Chillerón.- 44 años. Analfabeto. Tío de Cristóbal Chillerón, el accidentado. Hermano de Juan Chillerón. Padre de Cristóbal Chillerón, el de 22 años. Declaró dos veces. Juan Chillerón. - 55 años. Analfabeto. Padre de Cristóbal Chillerón, el accidentado. Suegro de Esteban Morcillo. (El padre de Juan y Cristóbal Chillerón debió llamarse también Cristóbal, si no, ¿por qué tanto Cristóbal en la familia? Cristóbal Chillerón. - 22 años. Analfabeto. Hijo de Cristóbal Chillerón, el de 44 años. Sobrino de Juan Chillerón. Primo hermano de Cristóbal ChilIerón, el accidentado. Cristóbal Chillerón.- 31 años." Analfabeto. Hijo de Juan ChillerÓn. Le arrastraron los bueyes por una viña. De él declaró el doctor Calvache Pi ñero "que lo tiene por hombre de bien, y a toda esta familia por devotos mucho del Santo Cristo y muy buenos cristianos y de toda verdad". Don Diego Domingo. - 23 años. Clérigo de Evangelio. Firmó dos declaraciones. Diego Domingo. - 50 años. Sacristán. Firmó su declaración. Padre de don Diego Domingo. (De padre sacristán, hijo clérigo). Licenciado Juan Bautista Davia. - 70 años. Beneficiado de la parroquia. Comisario del Santo Oficio. Notario apostólico. Antón Díaz. - 54 años, poco más o menos. Analfabeto. Francisco Fernández. - 45 años. Cirujano. Firmó su declaración. Fray Miguel Garcés de la Cañada. - 35 años. Padre lector del convento de San Agustín. Firmó su declaración. María García. - 17 años. Hija del aprensador. Analfabeta. Bernardo Gallego Fajardo. - 50 años. Esposo de doña Francisca de Ludeña Haro. Cuñado del alcalde ordinario, don Juan de Ludeña Haro. Firmó su declaración. Licenciado Ginés González.- 65 años. Presbítero. Firmó su declaración. Doña Francisca de Ludeña Haro. - 40 años. Esposa del alcalde de la hermandad don Bernardo Gallego Fajardo. Hermana del alcalde ordinario, don Juan de Ludeña Haro. Firmó su declaración. Don Juan de Ludeña Haro. - 44 años. Alcalde ordinario. Firmó su declaración. Bartolomé Mateo. - Vecino de M unera. Cuñado de Miguel Sánchez Ma- yoral. Firmó su declaración. Licenciado Pedro Martínez. - 28 años. Firmó su declaración. Pedro Morcillo Salido. - 64 años. Firmó su declaración. Esteban Morcillo.- 21 años. Analfabeto. Yerno de Juan Chillerón. Cuña- do de Cristóbal Chillerón, el que arrastraron los bueyes. Pedro Marín Rubio. - No figura la edad. Analfabeto. Ana Martínez.- 39 años. Analfabeta. Estaba casada con Gaspar Moreno. Juan Ortiz Montejano. - 55 años. Analfabeto. Bias Ortiz Aguado. - 57 años. Familiar del Santo Oficio. Firmó su declaración. Diego Ortiz Abad.- 52 años. Capitán de Infantería. Alcalde de la hermandad. Regidor perpetuo. Familiar del Santo Oficio. Firmó su declaración. Isabel de Paraíso.- 60 años. Analfabeta. Vecina v orima de Antón Diaz. Estaba casada con Juan Morcillo Nieto. Juan Pérez Rubio. - 22 años .. Firmó su declaración. Juan de la Plaza. - 27 años. Vecino de 8 Bonillo. Pintor. Firmó su declaración. Ana Romero.- No dice la edad. Analfabeta. Estaba casada con Miguel Sánchez Mayoral. Licenciado Juan el Rubio Nieto. - 67 años. Fi Francisco Rentero. - 40 años. Cojo. Aparcero Firmó su declaración. Francisco Romero Auñón. - 32 años. Vecino de Lezuza. Firmó su declaración. ó su declaración. ecino de Antón Diaz. Pedro Romero.- 25 años. Analfabeto. Miguel de Ribera.- 27 años. Pintor. Natural de Vil!arrobledo. Vecino de Lezuza. Firmó su declaración. Ana Sánchez.- 40 años. Analfabeta. Viuda de Gil López. Licenciado Martín Sánchez. - 42 años. Abogado. Firmó su declaración. Bartolomé Sánchez Nasalcón. - 24 años. Analfabeto. Abundan los nombres de cristóbal y Ana debido a la devoción que a estos santos se les profesaba en El Bonillo. Ahí están "EI Alto de San Cristóbal" y los restos de la ermita de Santa Ana. De los apellidos que figuran en la lista de testigos todavía se conservan algunos: Bódalo, Blázquez, Chillerón, Díaz, Fernández, Gallego, García, Martínez, Morcillo, Rubio, Ortiz, Pérez, Romero, Nieto, Sánchez ... Edad. - Media de hombres: 43 años. Media de mujeres: 39 años. Sexo. - Mujeres: 6. Hombres: 36. Profesiones y cargos. - Alcaldes ordinarios: 2. Familiares del Santo Oficio: 3. Presbíteros: 2. Médico: 1. Cirujano: 1. Labradores y jornaleros: 20. Clérigo de Evangelio: 1. Sacristán: 1. Comisario del Santo Oficio: 1. Fraile: 1. Alcaldes de hermandad: 2. Abogado: 1. Indice de analfabetismo.- Hombres: 10 (27,7%). Mujeres: 5 (83,3%). ¿Por qué entre los testigos figuran un médico y un cirujano? Por un edicto de 1540 se permitía a los barbero-cirujanos "tratar todas las heridas exteriores y señales de enfermedad, pero no les era permitido administrar medicamentos para dolencias internas". Los médicos no preparaban drogas ni llevaban a cabo operaciones de ninguna clase. Si el paciente necesitaba que se le administrara un edema (inyección) o si precisaba una sangría había que llamar a un barbero-cirujano. ¿Oué bonillero de más de 40 años no recuerda a Marcos Serrano, al que, familiarmente, llamábamos Marcos el de "Chiquitilla"? El primero de abril de 1610, el Rey Felipe 111 escribía al Concejo de El Bonillo: " ... podéis dar de vuestros propios y rentas cien ducados al año a un médico que asistiese en ella a curar los vecinos". PRIMER MILAGRO En la mañana del sábado, 21 de abril de 1640, cinco miembros de la familia Chillerón, cada uno al frente de una yunta de bueyes, llegaron ala viña del sacristán Diego Domingo, quien les estaba esperando en la linde frente a una lumbre de sarmientos. Después de desearse los buenos días hablaron de lo frío que iba el tiempo, que les obligaba a llevar puesto el capote, de capucha y mangas, todo el día. Juan Chillerón preguntó al sacristán si le harían capilla al Santo Cristo, a lo que Diego Domingo contestó que "entendía que sí y que ahora se estaba haciendo información de los milagros del sudor y de otras cosas pasadas". Entonces, uno de los miembros de la familia Chillerón dijo que "ayudarían lo que pudiesen aunque se quedasen sin camisa". Después, Juan Chillerón, su hijo Cristóbal y su yerno, Esteban Morcillo, se fueron a labrar la viña de Cristóbal de la Puerta, de la que les quedaban unos bancos por arar, conviniendo que cuando los arasen, que sería a media tarde, volverían a la viña del sacristán a ayudar a su hermano y sobrino, llamas los dos Cristóbal Chillerón. y así lo hicieron. "Cuando se reunieron trabajando al atardecer los cinco con cinco pares de bueyes, Cristóbal Chillerón iba el penúltimo y Cristóbal Chillerón, su tío, el último. y la reja dei arado que llevaba Cristóbal Chillerón (el penúltimo), dio con una peña, y con la violencia que llevaba los bueyes lo derribaron en tierra, y los de su tío Cristóbal pasaron por encima de él y, yéndose a levantar, lo engargantaron entre la reja y la cama del arado y en esta forma dieron una vuelta alrededor unos ciento cincuenta pasos y arrancó con el cuerpo algunas vides". Su tío quiso detener a los bueyes. "Se puso delante de ellos y, principalmente, el novillo de la mano derecha, y asiéndole del cuerno derecho para detenerlo no pudo, pues dicho buey le hizo pedazos los calzones y le sacó una agujeta de la carne y no le hirió pasando por encima de él los bueyes, arado y hombre engargantado sin hacerle lesión alguna, y levantándose, dijo llorando: "¡sobrino, mío!, el Santo Cristo te remedia pues yo no te puedo remediar, y milagrosamente se había descalzado (1) el arado, quedando libre su sobrino Cristóbal". Cristóbal Chillerón, el accidentado, declaró: "que viéndose en peligro tan manifiesto, se encomendó con fe viva en el Santo Cristo del Milagro que está en la iglesia parroquial de esta villa ... y creyó que la reja del arado se le había metido por el cuerpo y, en este tiempo, se privó del juicio y no sabe por donde le llevaron hasta que lo trajeron a su casa, y aunque fueron confesores (2) no supo lo que se decía ni que le preguntaban y en dos días casi no volvió en sí". El día 22 de abril de 1640, domingo, al día siguiente del accidente, el cura propio don Andrés de Munera y Romero "estando en "El Alto de San Cristóbal" (3) fue llamado por Juan Chillerón para que fuese a confesar a su hijo". El párroco acudía a la casa de Juan Chillerón en compañía del comisario del Santo Oficio, don Juan Bautista Davia, y cuenta que "pidió le sacasen la camisa que tenía Cristóbal Chillerón en el momento del accidente y vio un agujero grande que, al parecer, es por donde entró la reja y dental (4) del arado, y los calzones que tenía puestos están hechos pedazos sin que quedase forma de ellos, y el capote con muchas picaduras. Y preguntándole si se dejó una abarca (5) en una vid, respondió Cristóbal Chillerón que quien menos puede decir del caso es él porque se privó del juicio, y que lo que puede decirles es que se encomendó muy de veras en el Santo Cristo y que le libró de tan gran peligro, y que se halla con vida y sano". El doctor Calvache Piñero, en su informe, dice: "fue a casa de Cristóbal Chillerón al cual halló tan maltratado de forma que no se atrevió a hacer nada' en él sin que primero recibiese todos los Sacramentos, y llegado al pulso se lo halló sin calentura, en los términos de medicina, si bien alterado y agitado por los muchos golpes que había recibido. Y, después de haber recibido los Santos Sacramentos, le hizo descubrir para que se manifestasen las heridas y golpes que tenía, que siempre creyó fuesen mortales, y manifestado y descubierto el cuerpo y la cabeza halló que en la cabeza tenía cinco o seis heridas, y un cardenal muy grande en la ceja derecha, en el brazo derecho un gran cardenal, y en el pecho grande estrechura por el maltratamiento que había recibido en el arado, y todo el demás cuerpo tan maltratado que era compasión verlo, y tanto que por la ofensión de los golpes no podía ni pronunciar palabra ni respirar, y si alguna daba era desconcertada, con que creyó más ciertamente morir antes que vivir. Y aplicándole algunos remedios que la Medicina dispone en tales casos, juzgó no ser tan eficaces por la naturaleza cuanto milagrosamente obrado. Porque sin que hubiese término para que obrase su eficacia, lo halló sin calentura, libre y bueno, excepto en lo que referido tiene. Y este caso lo tiene más por milagroso que no por haber tenido fuerza la medicina para obrar tan instantáneamente en un peligro tan conocido. Y este testigo salió con la admiración que de ello tuvo dando voces y diciendo esto es milagro de los milagros que ha obrado el Santo Cristo, a quién se encomendó el paciente y lo encomendó su tío Cristóbal Chillerón".

MAS BUROCRACIA

Terminadas las declaraciones de los testigos del sudor y del accidente de Cristóbal Chillerón, el comisario del Santo Oficio las certificó en el auto que transcribimos: "En la villa de El Boniilo, a seis de mayo de mil seiscientos cuarenta, habiendo visto los autos el señor juez de comisión (licenciado Munera y Romero) mandó que, en conformidad de su comisión se remitan los autos originalmente a los señores del Consejo de Su Alteza, para que, habiendo visto las pruebas, provean en ellas según hallaren en justicia, y, para su validación, interpuso a ella su autoridad y decreto judicial cuanto ha lugar de derecho. Y así lo probéis. Mandó y firmó el licenciado Munera y Romero. Ante mí, el licenciado Juan Bautista Davia. Notario apostólico" "Y yo, el licenciado Juan Bautista Davia, beneficiado de la parroquia de esta villa y notario apostólico, y uno de los archivos de la Curia Romana, que presente fui a todo lo que dicho es y de mí se hace mención. Y en fe de ello lo firmé y signé en seis de mayo de mil seiscientos cuarenta. El licenciado Juan Bautista Davia. Notario apostólico". "El cual dicho traslado va bien y fielmente sacado y concuerda con su original, el cual remitió a los señores del Consejo de Su Alteza, el Serenísimo Cardenal Arzobispo de Toledo. Y fueron testigos de ver corregir y concertar con su original dicho traslado, el licenciado Diego Domingo, Francisco Grueso y Juan Fernández de la Plaza, vecinos de esta villa. Y fue hecho en ella el día siete de mayo de mil seiscientos cuarenta. Y yo, el licenciado Juan Bautista Davia, comisario del Santo Oficio de la Inquisición, beneficiado de la parroquia de esta villa, notario apostólico y uno de los adscritos en el mismo y Curia Romana, y aprobada que presente fui a todo lo que dicho es, y lo hice sacar, y en fe de ello lo firmé y signé en dicho día, mes y año dichos. En testimonio de verdad. Ldo. Juan Bautista Davia. Notario apostólico". Por su parte, el cura propio, don Andrés de Munera y Romero, accediendo a lo ordenado por el Cardenal-Infante, en .su escrito del 22 de marzo de 1640, le mandó el siguiente informe: "Serenísimo señor: El licenciado Andrés de Munera y Romero, cura propio de la iglesia parroquial mayor de la villa de El Bonillo, digo que yo hice informe a Vuestra Alteza de la admiración grande que en dicha villa había causado el continuo sudor de una imagen de Cristo crucificado que se halló en casa de Antón Díaz, mi feligrés. Juntamente le supliqué se sirviese darme orden en lo que en este caso debía hacer, a lo cual V. A. me hizo merced de darme comisión para la verificación de todo lo en él contenido. Y es así que se ha puesto en ejecución como de los autos consta a que me refiero, y de ellos se manifiesta ser todo cosa sobrenatural y milagrosa. Por lo que pido y suplico a V. A. que con su vista disponga lo que hoy deba hacer el dicho caso, que en todo se cumplirá con las obligaciones que por razón de oficio y justicia le incumben. El licenciado Munera y Romero". Los señores del Consejo de Su Alteza extendían el siguiente auto y parecer: "En la ciudad de Toledo, a quince de mayo de mil seiscientos cuarenta, los señores del Consejo de Su Alteza, Serenísimo Cardenal-Infante, mi Señor, Administrador Perpetuo del Arzobispado de Toledo, habiendo visto esta petición y la información que con ella se presenta, los remitieron a los doctores Cristóbal de la Palma y Perales y Bernardo de las Cuentas, catedráticos de esta Universidad de Toledo para que con vista de ella den sus censuras y parecer de lo que convenga proveer y lo señalaren. Ante mí, Benito Martínez" . El parecer de los doctores de la Universidad de Toledo fue el siguiente: "Serenísimo Señor: Por mandato de Vuestra Alteza hemos visto un proceso de una información hecha por comisión de V. A. en la villa de El Bonillo de unos milagros que Dios, Nuestro Señor, ha sido servido de obrar en una Santa Imagen de Cristo, Señor Nuestro Crucificado, hecha de pintura, y por la dicha información consta que en la villa de El Boni!lo, en casa de Antón Díaz, estaba esta Santa Imagen, que, según la deposición de los testigos, especialmente pintores, es muy devota y de mucho primor en el Arte. Esta Santa Imagen consta, por deposición de muchos testigos, contestes y graves, que el cuatro de marzo próximo pasado de este presente año comenzó a sudar un sudor que algunos testigos dicen que era como amoratado porque parecía en un papel con que limpiaron una gota del dicho sudor, y otros dicen que olía muy bien .. y llevaron el mismo día esta Santa Imagen a la iglesia parroquial de dicha villa y la pusieron en un nicho, bajo llave que guardó el cura. y duró por algunos días el sudor, siendo así que la tabla de nogal en que está la pintura es muy delgada, y en la parte posterior ha estado siempre ésta muy enjuta y seca. Y el lugar donde estaba antes y ahora está muy ajeno de toda humedad. y entre los días en que estuvo sudando esta Santa Imagen hubo uno de tanto frío que, conforme a la deposición de muchos testigos, se heló totalmente la pila del agua bendita sin quedar ninguna agua líquida. Y, a juicio de todos, si no fuera por milagro, no podía, en día de tanto frío, sudar la Santa Imagen. y abriendo el nicho en que estaba lo hallaron sudando. Dicen más un médico y los pintores que esto no puede ser efecto de la madera por ser de nogal, muy antigua y delgada, ni de los colores con que está hecha la dicha pintura porque todas ellas, como minerales que son, son desecantes. Así mismo, en la dicha información se hace mención de otro caso, que habiendo engargantado dos novillos mal domados a Cristóbal Chillerón entre la cama y reja . de un arado y dando con él una vuelta y arrastrándole por una viña recién podada como ciento cincuenta pasos, poco más o menos, y aporreándole tanto que arrancó una cepa y quebró otra, y habiéndose rompido todos los vestidos interiores y se hizo algunas heridas, y habiendo invocado a Cristo, Señor Nuestro, y ofrecido venerarle en esta Santa Imagen, sanó milagrosamente, de lo que deponen muchos testigos y especialmente el médico y cirujano que fueron llamados a curarle. Estos dos casos juzgamos están bien probados y ser verdaderos milagros y no obrados por virtud de causa natural sino de la Omnipotencia de Dios para la gloria y honra de Cristo Señor Nuestro y de Su Pasión Santísima y veneración de Su Santa Imagen. y que siendo V. A. servida pueda dar licencia que se publique para el mismo efecto. Dado en Toledo a diecisiete de julio de mil seiscientos cuarenta.

¡POR FIN!

"En la ciudad de Toledo, a doce de abril de mil seiscientos cuarenta y uno, los señores del Consejo de Su Alteza, Serenísimo Cardenal-Infante, mi Señor, Administrador Perpetuo del Arzobispado de Toledo, habiendo visto esta información y autos que se han hecho por comisión de los dichos señores, y el parecer dado por su mandado, en vista de ellos, por el doctor Cristóbal de la Palma y Perales, y Bernardo de las Ceuntas, catedráticos de Santa Teología de esta Universidad, a quien se remitieron: dijeron que daban licencia y facultad para que los dos milagros contenidos en dicho parecer, que son el sudor de la Santísima Imagen de Cristo Nuestro Señor y el que parece haber obrado con Cristóbal Chillerón, se pueden pintar y publicar como tales milagros, y en cuanto a ellos y no más la aprobaron dicha información y mandaron dar traslado a ella, insertos estos autos, a la parte que insta para que guarde su derecho. y lo sentaron. Ante mí. Benito Martíne" . "Este traslado bien y fielmente sacado de una información que ha hecho el licenciado Andrés de Munera y Romero, cura de la iglesia parroquial de la villa de El Bonillo, en razón de la comprobación de los milagros Que Dios Nuestro ha hecho por su Santísima Imagen de Cristo, Señor Nuestro, que está en la iglesia de El Bonillo colocado, y de los autos y censuras que en vista de la dicha información se hicieron y dieron por los doctores Cristóbal de la Palma y Perales y Bernardo de las Cuentas, catedráticos de esta Universidad de Toledo. Y va cierto y verdadero y concuerda con su original, en la ciudad de Toledo a veintiséis de mayo de mil seiscientos cuarenta y uno, siendo testigos el licenciado Benito Martínez Simon González y Domingo de Avendaño, vecinos de esta ciudad. Diego Pantoja Suelto, notario público apostólico, oficial mayor del Consejo de Su Alteza, Serenísimo Cardenal Infante de España, mi Señor, Administrador Perpetuo del Arzobispado de Toledo, que al presente hago oficio de secretario por enfermedad de Benito Martínez, secretario en el Consejo. Presente fui y lo signé por mandato de los señores de dicho Consejo. Dr. Pantoja". Fragmento extraído de "El Santo Cristo de mi Lugar, 100 años de cofradía" escrito por Enrique Játiva Moral. El Bonillo. 2003.